BUENOS AIRES, mar (IPS) - Con la contienda entre Argentina y el vecino Uruguay aún abierta por la instalación de una fábrica de celulosa en una zona limítrofe, se abre otro frente internacional de conflictos ambientales ante el proyecto brasileño de instalar una represa en el norteño río Iguazú, aguas arriba de las famosas cataratas."Ojalá podamos crear un movimiento para impedir esta nueva represa", dijo a IPS el diputado argentino Timoteo Llera, ex alcalde de la nororiental ciudad de Puerto Iguazú y autor del pedido de informes a la cancillería sobre esa obra brasileña que se levantaría 90 kilómetros al norte de las majestuosos saltos, compartidos por los dos países.
"Brasil manipula el río Iguazú como quiere, alterando bruscamente el flujo de agua en cuestión de horas, pero las Cataratas del Iguazú son patrimonio de la humanidad desde 1984 y si se quedan sin agua puede darse un conflicto internacional delicado", advirtió el legislador que ha convocado a empresarios turísticos de ambos países.
La presa, que se sumaría a las otras ya existentes en el mismo río, "va a impactar en el volumen de agua en los saltos y en la biodiversidad de la costa", opinó Llera. "Necesitamos un acuerdo de uso recíproco de los recursos compartidos porque esta región vive del turismo a las cataratas en Argentina y en Brasil", añadió.
La gigantesca cascada, con saltos de 80 metros, es la estrella del Parque Nacional Iguazú, en la provincia de Misiones. Con casi un millón de turistas al año, es el más visitado de los 28 parques protegidos de este país. Tiene 67.000 hectáreas y una diversidad biológica propia de la selva subtropical.
Los saltos se forman en el curso del Iguazú, que nace en el sureño estado brasileño de Paraná, a 1.300 metros sobre el nivel del mar, en la Serra do Mar, y desemboca en el río Paraná, luego de un trayecto de 1.320 kilómetros.
En su último tramo de 100 kilómetros, las aguas del Iguazú dibujan el límite entre Argentina y Brasil y caen en las gargantas rocosas de las cataratas.
La longitud de los saltos es de 2.700 metros, 600 de ellos del lado brasileño, donde se encuentra el Parque Nacional do Iguaçu, más extenso que el argentino y también declarado, en 1986, Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
La construcción de la represa, que se llamaría Baixo Iguaçu o Capanema, fue adjudicada en octubre de 2008 por la Agencia Nacional de Energía Eléctrica de Brasil a la empresa Neoenergía. Generará 350 megavatios de electricidad y será la sexta sobre el Iguazú, después de Foz do Areia, Salto Segredo, Salto Santiago, Salto Osorio y Salto Caxias.
"Cada vez que en Brasil abren o cierran las compuertas, baja o sube el nivel del agua en las cataratas, y eso afecta la biodiversidad en las costas que requieren de un ambiente húmedo constante", dijo a IPS el responsable del Parque Nacional Iguazú, Daniel Costras. Según Costras, la abundancia o baja de agua en los saltos estuvo históricamente relacionada con el régimen de lluvias. Pero entonces los períodos estaban bien delimitados. En octubre, caían 2.500 metros cúbicos de agua por segundo, y en abril se pasaba a unos 1.320 metros cúbicos por segundo. Ahora los cambios son bruscos, advirtió.
"En un día, el agua puede subir o bajar medio metro en la costa", ejemplificó. Costras transmitió su inquietud a la Administración de Parques Nacionales, y ésta al Ministerio de Relaciones Exteriores, que ya había recibido un pedido de informes del Congreso legislativo.
Este mes, el subsecretario de Política Latinoamericana de la cancillería, Agustín Colombo, explicó a legisladores de Misiones que el proyecto está en etapas preliminares. Según el funcionario, desde Itamaraty --sede de la diplomacia brasileña-- le aseveraron que la presa aún no está definida.
Colombo advirtió que no existe un tratado que regule la construcción de obras en el río y que no se puede impedir a Brasil que construya una nueva represa en su territorio.
Para los ambientalistas, el caso pone de manifiesto una vez más la necesidad de coordinación entre los países cuando se aborda la construcción de infraestructura que tenga impacto en la subregión.
Argentina y Uruguay dirimen en la Corte Internacional de Justicia su desacuerdo por la instalación de una fábrica de celulosa en el río Uruguay, que divide a ambos países. La planta está cerca de la sudoccidental ciudad uruguaya de Fray Bentos. Pero residentes de la argentina ciudad de Gualeguaychú temen que esa industria contamine las aguas. En ese caso, el tratado que los dos países habían firmado y una comisión administradora del río Uruguay no impidieron que la crisis escalara, entre otros motivos, por falta de coordinación previa, según diplomáticos de la cancillería argentina.
La Fundación Proteger, con sede en la nororiental provincia argentina de Santa Fe, hace tiempo advierte sobre la necesidad de un "enfoque ecosistémico" de las cuencas, que necesita consenso de los países. "El manejo del agua en cuencas compartidas es uno de los grandes desafíos de nuestro siglo", dijo a IPS el activista Jorge Cappato, de la entidad.
Cappato recordó que en junio de 2006 las Cataratas del Iguazú quedaron "casi secas" por el cierre de las compuertas de las cinco represas brasileñas para acumular agua y generar electricidad en un período de sequía. "Había escasez de lluvia, pero lo decisivo fue el cierre de las represas", remarcó.
En su opinión, debería existir un plan de manejo regional para evitar impactos económicos y sociales ulteriores tanto en el Iguazú como en el Paraná y en el Uruguay, que conforman la vasta Cuenca del Río de la Plata.
La Fundación envió este mes una carta a la cancillería argentina, alertando sobre la pronunciada bajante del caudaloso Paraná, a raíz de la actividad de los embalses de las centrales hidroeléctricas Yacyretá, argentino-paraguaya, e Itaipú, brasileño-paraguaya.
Según la misiva, a la que tuvo acceso IPS, la altura media del Paraná en la nororiental provincia de Corrientes, que era de 4,05 metros en 2007, bajó a 3,38 metros en 2008 y a 2,54 metros en enero de este año.
La escasez de lluvias es el factor desencadenante, pero las represas agudizan el problema al acaparar agua para generar electricidad, afirma el texto.
Igualmente delicado es el equilibrio del río Uruguay que, con casi 25 represas en su curso, varias de ellas binacionales, va camino de convertirse en una cadena de estanques aislados, con impactos en la pesca, los humedales, la calidad y cantidad de agua y la biodiversidad regional, advirtió Cappato.
Marcela Valente, Periodista
Fuente: Ips Noticias
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Hace 9 años
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